Cuando las
aspirantes a la monarquía carnavalesca entraron a la pequeña cabina de radio
para una entrevista lo primero que pensé fue en lo incomodo que resultaría el diálogo.
Cada chica llevaba un séquito de esbirros dispuestos a desgañitarse con gritos
y hurras estruendosas cada que yo nombraba a una de las candidatas al reinado
de las comparsas. El caos nunca lo fue tanto en un espacio tan reducido.
De repente
la corte de las princesas enmudeció al momento en que pronuncie el nombre de
quién a la postre se haría con la corona. La muchedumbre se hizo a un lado para
dejar pasar a la futura majestad, que ciertamente me dejo petrificado por el empeño
con el que Diosito la había creado en cuerpo y también alma…
Detenerme aquí a describir lo que mis ojos veían sería tan ordinario y vulgar
como detallar algo material hecho por el hombre, ella era algo aparte, prefiero
tratar de narrar lo que a través de los ojos sentía. A pesar de intentar disimular
a toda costa mi sorprendidas emociones, los órganos me delataron; el cerebro se
congelo, el corazón hirvió y todo yo me hice de peluche. Fue como si los siete
pecados capitales decidieran homogeneizarse en uno solo y ser llamados a partir
de ese día con el nombre de ella. No tengo idea que le pregunte ni que me
contesto, perdí la noción del tiempo y sus palabras fueron pronunciadas en una
mezcla de francés, italiano y náhuatl, o sea no entendí nada pero sonaba
hermoso.
La
entrevista, el día y la semana terminaron al mismo tiempo. La volví a ver hasta
el desfile de coronación… ella iba en un carro alegórico que no necesitaba ningún tipo
de arreglo, ella en sí era un exceso de todo. Desde las sombras la respire y me deleite de
su triunfo el cual se reprodujo en un certamen municipal y otro estatal… aparecía
en periódicos, revistas y hasta televisión nacional en programas de
entretenedores chambones que se hacían graciosos cuestionándole sobre temas irrelevantes.
No los culpo, seguramente les pasaría lo que a mí.
Pasaron los
meses con su tradicional forma de ignorarnos y el destino, asociado con el
tiempo se encargaron de crearnos una vez más el escenario, la atmósfera y la coreografía
digna de película para nuestro segundo encuentro.
Aquel día me encontraba de invitado en un elegante campo de golf, como no había acomedidos que cuidaran el asador me arme de mandil y tenazas para encarar el reto. Poco a poco fui sacando corte tras corte mientras otro oficioso invitado los picaba para que cada quien se hiciera su “taquito”. La carne era de una calidad extraordinaria, así que en cuanto había un buen pedazo bien cocido me lo jambaba de un solo bocado. En eso estaba cuando el acomedido antes mencionado me hizo un ademan con la ceja levantada de que alguien estaba detrás de mí… Nunca un “Hola” fue tan contundente, estruendoso y eterno, fue como oir las campanas de catedral y la banda del Recodo al mismo tiempo… ¡una exageración!. Yo seguía con la boca llena de vaca cocida y solo pude decir …mmmfolamf… estaba a punto de convertirme en nada cuando con un beso directo al cachete lleno de carne me susurro… “no te me vuelvas a escapar nunca”