Todos los días escucho el retumbar de los helicópteros, no es fuerte ni quedito, de hecho lo podemos poner como sonido de fondo, pero si has dejado de tomar café por cuatro días y tus nervios están irritados suenan como banda sinaloense en marisquería. Vivo muy cerca de la línea que divide México y E.U. Del lado americano, pegado al mar, diario hacen sus prácticas jóvenes pilotos de modernos helicópteros, la mayoría de esos muchachos van a Irak, se están un par de años matando gente y después piden su baja para rentarse como pilotos de helicópteros de la iniciativa privada o de rescate pero mientras todo eso pasa y yo me desintoxico de la cafeína, estos
pendejetes me están matando las tres neuronas que me quedan.
Hace mas de un mes que no escribía, se suponía que no iba a ser así, pero se suponían muchas cosas y todo ha cambiado, afortunadamente la esencia no cambia, decía mi tía
Tete que
ni modo que la mula se haga cuaco. Sigo siendo igual o peor de manchado pero la verdad es que este mes en el que he estado de manera horizontal 18 horas al día he podido ver, sentir y recordar muchas cosas que el ritmo que tenía, no me permitía.
Por ejemplo, ahí les va la historia de Margarita
la miona, chiquilla que había llegado a vivir en el barrio. No se quien me invitó a sus 16 años que estaban siendo celebrados con patético ímpetu en el
garage de su casa, su mamá le organizó amena y decente tertulia con refrescos, pastel, dulces y juegos. Francamente a mí me parecía lo más ñoño del mundo y solo me quedé porque me gustó como me miraba Margarita
la miona. Su cuerpo, pelo, ropa y sonrisa eran aún los de una niña pero sus ojos no, eran grandes, redondos e indiscretos, miraban de manera indecente, lubrica y faltaban al respeto, dentro de ellos podían verse mil demonios danzando alrededor del fuego.
Chispito, mi fiel escudero y secretario, sugirió que nos fuéramos a aburrir a cualquier otro sitio. –Imposible. Le dije, a esas alturas me sentía ratón hipnotizado por la serpiente.
La fiestecita siguió, Margarita
la miona ayudaba a su madre a traernos comida y yo sentía que su mirada atravesaba las paredes, era algo así como la niña de “El exorcista”, le giraba la cabeza para que yo, su presa, no me le fuera.
Mi lacayo
Chispito, no entendía porque me aferraba a la sillita y a seguir escuchando música de Menudo y Parchis, yo tampoco lo entendía, sólo quería seguir sintiendo la mirada aquella porque en cualquier momento me podía convertir en un dragón.
Poco a poco se fueron “los niños” y quedamos los que vivíamos cerca, los que en esos días empezábamos a adueñarnos del barrio. Como era casa decente, la señora de la casa advirtió a la festejada que el jolgorio llegaba a su fin y que ella subiría a disfrutar de la novela de las nueve, que al terminar no quería ni un solo invitado y sin más amabilidad desapareció dando taconazos en la escalera. Obviamente, Margarita
la miona ni la volteo a ver, sus ojos seguían clavados en los míos, de hecho parecía que era el momento que esperaba. Sin importarle los presentes se levantó y me tomó de la mano, caminó como cangrejo hacia el pasillote oscuro en donde había un bañito y a mí se me atoró la saliva en la garganta. La cumpleañera parecía poseída por algún lujurioso diablo, dentro del bañito me abrazó sin dejarme de mirar, como una calcomanía su cuerpo se adhirió al mío, no se si había luz o eran sus ojotes pero todo brillaba, no hubo besos, solo un fuerte, fuerte abrazo, parecía que se quería meter dentro de mí como en MATRIX, en eso, el cuerpo flaco de Margarita empezó a vibrar como celular con llamada entrante, fueron 4 o cinco vibraciones de no más de tres segundos y sus ojos se apagaron como velitas y el abrazo aflojó, fue ahí cuando sentí la tibia humedad en mis piernas. Perdóname, perdóname por favor, ahora me vas a decir para siempre Margarita
la miona. No contesté nada, sólo salí a toda prisa, seguido por mi lancero Chispito el cual, lleno de dudas preguntó que había pasado, le dije que era aun muy pequeño para entender.
Nunca le llamé Margarita
la miona hasta hoy que debe estar celebrando su cumpleaños numero 40.