Lo que te choca te checa dice el refrán. Hoy ese apodo no me checa y realmente tampoco me choca. La historia de cómo comenzó es simple, una mula con micrófono llamado Ricardo Sanchez “El Rey Mandril” me presento al aire en una estación grupera como Miguel Angel “la Barbie” Fernández. Sentí la rabia correr dentro de mi cuando la gente se mofaba en el teléfono diciendo que era verdad, que por mi cabello largo y el físico parecía una Barbie.

La Barbie… maldita mona que despertaba mis lujurias infantiles hoy se vengaba apadrinándome y convirtiéndome en su triste “tocaya”. Mil veces intente borrar el tatuaje del sobrenombre. Nunca pude. Afortunadamente el ardor aminoro cuando el chino Ley, propietario de una cadena de súper mercados, me contrato diciendo que el quería a la Barbie transmitiendo los controles remotos de sus tiendas. En ese momento me di cuenta que el afeminado mote vendía.

A partir de mi primera facturación gracias a ser la Barbie, las cosas cambiaron laboralmente. Durante 14 años la sombra jotengue me ha acompañado con agradables resultados. Lógicamente, al dedicarme a ser un anfitrión radiofónico del genero grupero, la gente que escuchaba a un varón presentándose como “LA BARBIE” los hacia sacudirse de asco y pensar: Ese compa a de ser un pinchi jotazo.

Hoy, ese apodo y el personaje que crié en su entorno se desvanecen gracias a un sueño (al sobre peso y a la calvicie) que se madura día a día. Al conducir hoy una emisión informativa en MVS, mi anhelo de llegar a colaborar en el movimiento de conciencias gracias a la información se ha hecho realidad. De cómo llego a mí la idea de que en como dar la información podía transformar la manera en que piensa una nación les platico otro día.

Solo me queda darle las gracias a la chingada mona que me presto por 14 años su nombre, y me río al recordar a un abogado medio asno que me hizo firmar mi primer autógrafo como LA BARBY para que Mattel no me demandara. Lo cierto es que pocos hombres podemos tener el gusto de haber sido… una Barbie.